martes, 27 de mayo de 2008

BRIGADIER GRAL CORNELIO JUDAS SAAVEDRA Y RODRIGUEZ DE GUIRALDES

EL HOMBRE DE MAYO
Por el Lic. Carlos Pacha, Presidente de la Fundación Historia y Patria.

En nuestra, adrede, capciosa y difusa historia se lo llegó a tildar del “prócer gris”, expresión irónica que intenta resaltar la exigua importancia que se le atribuye al presidente de la Primera Junta de Gobierno Patrio. Y esto acontece para exaltar la figura de su adversario Mariano Moreno a quien se le atribuye un exagerado protagonismo en las jornadas mayas. Se forja todo un montaje mendaz para erigir la figura del “jacobino” en desmedro de la decisiva actuación de Don Cornelio Saavedra.


No hace falta más que interiorizarse un tanto del papel que jugaron ambos personajes en Mayo de 1810 y años anteriores para que podamos afirmar sin ambages que sin Moreno la revolución se hacía igual (o sea que lo de “numen” es fruto de la imaginación calenturienta de los liberales de ese entonces) pero sin Saavedra era imposible. Hagamos un pequeño ejercicio de lógica y llegaremos a la conclusión que Saavedra disponía del elemento más valioso que se requiere para producir profundos cambios políticos: La Fuerza, o sea, el poder militar que se requería para imponer la emancipación de la Colonia. Sólo con grandes oradores o pensadores no se gesta una revolución, éstos cobran importancia en una etapa posterior de organización, nunca como punta de lanza.

Siguiendo en esa línea de ideas podemos reflexionar que la Patria había nacido ya durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, en donde los criollos debieron valerse por sí mismos para conservar su libertad. Allí también quedó palmariamente demostrada la impotencia de España para proteger sus territorios coloniales. Esta fue la causa decisiva que impulsa al espíritu revolucionario e independentista de mayo y no la “Revolución Francesa” ni los autores de la “Enciclopedia francesa” ni siquiera las revoluciones americanas precedentes, como por ejemplo la de Estados Unidos. Nada templó los espíritus como la autosuficiencia demostrada en aquellas agresiones británicas.

Inclusive desde el punto de vista matemático Saavedra tuvo una larga y trajinada participación efectiva en la lucha por este país en poco más de dos décadas del siglo XIX. En cambio, Moreno fallece al año siguiente de la revolución sin contar que no participó de los Cabildos de mayo, es más tuvieron que notificarle en su domicilio que había sido designado secretario de la Primera Junta.

Nos guiamos por la notable obra de Hugo Wast “Año X” cuando afirma “…La revolución de mayo, fue una revolución militar…” “…El pueblo de Mayo tuvo una intervención tan desanimada en los sucesos de aquellos días, que se puede afirmar que sólo actuó a ratos, como espectador y no como actor…”

Con estas afirmaciones Gustavo Martínez Zuviría (tal su verdadero nombre, Hugo Wast es un seudónimo) intenta demostrar que el pueblo participó con más ahinco y fiereza en defensa de la Ciudad en 1806 y 1807 que en 1810.

Dando por tierra con la imagen escolar de la Plaza de Mayo colmada de público con la anécdota del doctor Leiva, síndico del Cabildo y abogado consultor de Cisneros junto con Moreno, cuando se asoma hacia la plaza y espeta “…y el pueblo,¿ donde está?...”

La porción de “pueblo” que participaba estaba movilizado por los jefes militares que exigían un “golpe de timón”. A las 9 y media de la mañana de ese día 25, habían comparecido al cabildo los jefes de los diversos cuerpos existentes en la ciudad: Patricios; Artilleros; Migueletes; Granaderos de Fernando VII; Arribeños; Dragones; Ingenieros; Húsares del Rey, etc. Quien llevaba la voz cantante era Cornelio Saavedra caudillo del movimiento y comandante del célebre cuerpo de Patricios. Incluso es él y otros oficiales quienes ante la actitud dubitativa de los cabildantes comienzan a arrastrar sus sables por las galerías del edificio en maniobra intimidatorio.

Saavedra
Breve biografía

Los Saavedra era una familia de origen andaluz asentadas en América desde el siglo XVI y XVII uno de los más reputados antecesores era Hernandarias de Saavedra.
El 15 de setiembre de 1759 nace Cornelio Saavedra en la villa de Potosí en el Alto Perú, fueron sus padres el capitán Santiago Felipe de Saavedra y De La Palma (Alcalde y regidor de Buenos Aires entre 1770 y 1790) y Doña María Teresa Rodríguez de Güiraldes. Arribó a Buenos Aires a los ocho años de edad y en 1773 ingresó al Colegio San Carlos donde inició cursos de filosofía. Ya en 1801 a raíz de sus estudios y talento fue nominado Alcalde de 2º voto en el Cabildo de la mencionada ciudad.

Tal como lo describe en sus memorias su carrera militar comenzó con las invasiones inglesas. Allí Liniers identificó a los diversos grupos urbanos que se organizaron para la resistencia, entre otros, el cuerpo de Patricios integrado por porteños compuesto por tres batallones con casi 1400 plazas.

Estos combatientes, proclamaron a Saavedra como primer jefe y comandante, el día 6 de setiembre de 1806. El 8 de octubre del mismo año el Virrey Sobremonte le extendía los despachos de comandante graduado de teniente coronel de “La Legión de Patricios Voluntarios Urbano de Buenos Aires”.

Junto a Martín Rodríguez, comandante interino, organizaron y entrenaron la tropa a un óptimo nivel, poniéndolos a un pie de igualdad con los soldados europeos. En enero de 1807 viajó a Montevideo a defenderla de la agresión del general Auchmuty, iba con 600 patricios que integraban un ejército de más de dos mil plazas. A mitad de camino se anoticiaron de la caída de Montevideo y decidieron regresar recuperando un parque de artillería en Colonia del Sacramento trasladando a Buenos Aires el valioso material bélico.

El 29 de junio de 1807, 12.000 ingleses al mando del general John Whitelocke desembarcaron en Barragán y marcharon sobre Buenos Aires. Liniers los esperó del otro lado del Riachuelo con sus fuerzas divididas en 3 columnas. Saavedra por pedido propio encabezó la vanguardia con sus Patricios. En varias jornadas de sangrientos combates con la participación del pueblo de Buenos Aires, el ejército inglés fue rendido el 7 de julio con la capitulación de todos los generales y la evacuación de 7800 soldados. Saavedra había dado buena cuenta de las columnas que encabezaban Pack y Cadogan.

Cuando Martín de Álzaga se alzó contra Liniers (1/1/1809), Saavedra respaldó a este último con toda energía y rápidamente dispersó a los sublevados.
El 19 de Mayo de 1810, reunidos los jefes militares con Cisneros en la Fortaleza, Saavedra impuso sus célebres palabras: “…habiendo caducado el gobierno español el pueblo debería proveer a su propia seguridad…”

Luego de diversas reuniones algunos cabildantes intentan sostener a Cisneros como cabeza de una Junta de Gobierno entre cuyos vocales hacían figurar a Saavedra, pero esta estratagema se diluyó con la definición de los acontecimientos del día 25 con la designación de los miembros de la Primera Junta de Gobierno presidida por Saavedra como no podía ser de otra manera. Ocupando este cargo fue promovido a coronel y luego a Brigadier de ejército

Desde entonces se incrementarán sus divergencias con Mariano Moreno y era lógico, ambos encarnaban dos posiciones irreconciliables en las aspiraciones del país que pensaban organizar. La visión de Moreno era “for export” es decir miraba el futuro con ojos extranjeros, encabezaba el grupo que quería romper no sólo los lazos políticos sino también los culturales con España. Pensaba que nuestros males devenían de nuestro origen hispano generando la leyenda que si nos hubieran colonizado los sajones alcanzaríamos un desarrollo como los Estados Unidos o Canadá, quizás desconocían que Kenia y Zimbawe, entre otras muchas, eran colonizadas por Inglaterra.

Adhería fervientemente al liberalismo económico desarrollado por los británicos. Este brusco cambio lo experimento Moreno en muy poco tiempo ya que había sido un defensor de la condición de colonia española que detentábamos, vale recordar que Moreno había participado en 1809 a favor de la insurrección de Álzaga en contra de Liniers.

En cambio Saavedra posaba su mirada hacia adentro del país era un ferviente católico y rechazaba los postulados de la Revolución Francesa y por ello era tildado de conservador.
Estas diferencias no se saldarían con la muerte de Moreno ni con la desmembración del aparato “morenista” en las jornadas del 5 y 6 de abril de 1811 en que se produce la llamada revolución de los “orilleros” porteños que encabezan Joaquín Campana y Tomás Grigera, que apoya Saavedra y que cuenta con el estímulo del Deán Funes.
Saavedra presidió la Junta hasta agosto de 1811 cuando estimó necesario concurrir al norte para reparar el desastre producido en la batalla de “Huaqui” también llamada “El Desaguadero” con la que perdimos definitivamente el Alto Perú.

A la semana de haber arribado a Salta, le notificaron que había sido separado de la Junta y de la presidencia de la misma y los complotados le ordenaban que entregase sus tropas a Juan Martín de Pueyrredón.
Saavedra era acusado de “carlotista” porque había recibido correspondencia de Carlota Joaquina de Borbón, que le solicitaba su apoyo para reinar en Buenos Aires, esquelas que Saavedra nunca respondió.

Quien más difamó a Saavedra fue Bernardo de Monteagudo, sucesor de Moreno en la dirección del periódico “La Gazeta”. Cuando Posadas asumió como Director Supremo se agudizaron las persecuciones a nuestro prócer llegando, incluso, a sustentársele un “Juicio de Residencia”. A la sazón se encontraba en San Juan, desde allí envió instrucciones a su apoderado para que organizara su defensa, pero éste no pudo encontrar ningún abogado que aceptara defenderlo ya que el gobierno de la logia producía miedo en Buenos Aires. La Asamblea del año XIII decidió expatriarlo permanentemente por su participación en las jornadas de la revuelta popular del 5 y 6 de abril de 1811.

Se asiló en Chile donde permaneció poco tiempo ya que producido el desastre de Rancagua volvió de incógnito hacia la zona de Cuyo, pasando necesidades que sólo San Martín mitigó. Tiempo después se dictó una amnistía para los desterrados políticos con la excepción de Saavedra y Joaquín Campana.
Finalmente el Cabildo que sucedió al Directorio de Alvear declaró a Saavedra repuesto en su empleo y honores y el Congreso en 1818 cerró su causa. Pueyrredón le extendió los despachos de Brigadier General de los Ejércitos de la Nación. Presto servicios militares activamente, incluso, en la lucha contra los belicosos indios ranqueles con quienes llegó a concertar la paz.

Con motivo de la muerte del General Antonio González Balcarce, Saavedra asumió el Estado Mayor de Ejército, transcurría la primavera de 1819.
A consecuencia de los acontecimientos de la anarquía del año 20 debió asilarse nuevamente, esta vez en Montevideo de donde regresó en octubre de ese año al afirmarse el gobierno de Martín Rodríguez. Prosiguió prestando servicios militares hasta fines de 1821.

El 28 de febrero de 1822 durante la reforma militar pergeñada por el pérfido y taimado Rivadavia (Siniestro personaje de nuestra historia que inexplicablemente cosecha una gran cantidad de homenajes. No existe pueblo o ciudad de este país que no tengan una calle, una plaza y una escuela que no lleven su nombre) fue pasado a retiro junto con Miguel de Azcuénaga y Juan Martín de Pueyrredón.
En 1826 contando casi 67 años de edad, se ofreció a luchar en la guerra contra Brasil. Gesto que el Ministro de Guerra, Coronel Marcos Balcarce, agradeció.

En las últimas horas del 29 de marzo de 1829 falleció a raíz de ataque cardíaco. El 16 de setiembre, durante el interinato de gobierno del General Juan José Viamonte se decretó que sus restos fueran depositados en un mausoleo del cementerio del Norte (Hoy La Recoleta donde aún permanecen).

Se había casado en 1788 con Francisca de Cabrera y Saavedra, prima hermana suya que falleció 10 años después de cuyo matrimonio tuvo cuatro hijos: Mariano Saavedra y Cabrera (n.1790); Diego Martín Saavedra y Cabrera (n.1792); Manuel José Saavedra y Cabrera (n.1794) y Francisco Saavedra y Cabrera (n.1796).
En 1801 se casó, en segundas nupcias con Saturnina Bárbara de Otárola del Rivero (n. 1771) con la engendró ocho hijos: Agustín José Pío Saavedra y de Otárola (n.1802); Melitón José Saavedra y de Otárola (n.1804); Pedro José Saavedra y de Otárola (n.1805); María Mercedes Saavedra y de Otárola (n.1806); Dominga Saavedra y de Otárola (n.1808); Mariano Eusebio Saavedra y de Otárola (n.1810); Francisco Saavedra y de Otárola (n.1811) y María Francisca Saavedra y de Otárola (n.1815).
Valga esta nota como nuestro sentido homenaje a tan ilustre argentino.


martes, 6 de mayo de 2008

ACTO PARA RECORDAR A LOS ASESINADOS POR EL TERRORISMO

UNIDOS SEREMOS MAS FUERTES...TE NECESITAMOS


Hoy 6 de mayo a las 18:00 hs nos reuniremos en la Plaza de Mayo...la convocatoria ,como se puede comprobar por los e-mails recibidos es de civiles y militares, de Asociaciones, de hombres y mujeres...el ùnico que falta sos vos a quien seguimos esperando.


Fuiste capaz de salir con el cacelorazo y ahora los muertos por los terroristas, ignorados por el gobierno y calificados de genocidas, necesitan y reclaman tu presencia...son victimas olvidadas y solo pedimos su reconocimiento y su consideracion, igual que a los terroristas a quienes les colocan placas y les levantan monumentos.

Los muertos por defender sus convicciones no tienen categorias y pretender oficialmente ignorarlos es un acto que solo puede repararse estando presente donde se pide su consideracion.

No es mucho lo que tenemos que hacer, solo manifestar publicamente con nuestra presencia ,junto a todos los que piensan igual que nosotros, que queremos que se haga justicia.

Las victimas y sus familiares merecen tu presencia.

Brig. (r) Alberto Simari

sábado, 3 de mayo de 2008

OPERACIÓN CONDOR

La Patria dejará de ser Colonia o
la Bandera flameará sobre sus ruinas”

Este es un trabajo enviado por el licenciado Carlos Pachá, presidente de la fundación Historia y Patria.

Esta consigna podía leerse a comienzos de la década de 1960, pintada con grandes letras sobre el paredón del ferrocarril Mitre en Córdoba, a su frente y en los muros del viejo hospital de niños a manera de rúbrica de la frase anterior se leía “El 20 de noviembre es Tacuara”. Porqué rememoro, hoy en esta magna fecha, un grupo ya desaparecido? Simplemente porque impuso el tema Malvinas en la segunda mitad del siglo XX. El mentor ideológico de este grupo era el sacerdote jesuita Julio Meinvielle y la mayoría de sus huestes provenían de las escuelas secundarias y católicas.

Se los acusó de violentos pero usaron una violencia simple, de implicarse en reyertas comunes y desarmadas, especialmente en apoyo de la educación “libre”. Su primer jefe, a nivel nacional, fue Alberto Ezcurra Uriburu y el segundo Joe Baxter, a comienzos de los sesenta, este último generará un brusco cambio a la izquierda y se producirá la escisión del llamado Movimiento Nacional Tacuara. Baxter le agregará la R de revolucionario e iniciará un camino sin retorno hacia el marxismo más violento y provocará episodios policiales cruentos como el asalto al policlínico bancario de 1963, donde mueren varias personas, entre los que secundan a Baxter se encuentra José Luis Nell “el pibe de la ametralladora”.

La policía tardó en dilucidar este ilícito, tanto que en Córdoba sitiaron a dos delincuentes de frondosos antecedentes de la banda de Villarino que nada tenían que ver con ese hecho. Rodearon su escondite y ante la resistencia de los llamados Miloro y Zarantonello, acribillándolos a balazos y dejando una mujer de apellido Carbó, gravemente herida. Baxter siguió su derrotero de delirios y se fue a combatir para Cuba, luchó para el Vietcong, etc. Esto enlodó el nombre de Tacuara para siempre. Su fractura, dió lugar a la aparición de nuevas siglas entre sus integrantes. El mismo padre Meinvielle, muy antiperonista, apadrinó a la Guardia Restauradora Nacionalista que si bien preservaba los ideales originarios se convirtió en un ente demasiado elitista en lo social, religioso y político.

En medio de este giro a los extremos quedó una franja del llamado nacionalismo popular que creó el Movimiento Nueva Argentina incorporándose al peronismo de la “Resistencia”. Este grupo será el que geste el embrión de la recuperación de Malvinas.


La primera incursión

En 1964 Miguel Fitzgerald realizó un vuelo solo, en un avión Cessna, a Malvinas. Aterrizó en las islas clavó una bandera y se volvió al continente. Había permanecido 15 minutos en Malvinas y había llegado sin acompañantes, rechazando la oferta de financiación de Héctor Ricardo García del diario Crónica que le pedía que llevara un fotógrafo del diario. A su regreso iba a ser detenido, pero el recibimiento efusivo que le tributó Tacuara evitó su captura.

En 1965 y a raíz de la orden de la Asamblea General de Naciones Unidas de descolonizar las tierras en litigios, los cancilleres de Argentina y el Reino Unido firmaron el tratado Zavala Ortiz – Stewart en el que se prometían iniciar tratativas en paz, acuerdo hipócrita e inconducente. A la caída de Íllia, los ingleses adujeron que no podían entregar las islas a una dictadura, en realidad era una maniobra por la cual planeaban independendizar Malvinas mediante el sistema de Autodeterminación de los pueblos y luego pedir su incorporación a la OEA.

Operación Cóndor

El 28 de Setiembre de 1966, un grupo de 18 personas del MNA (ex-Tacuara), abordan en aeroparque , a las 0:34, el vuelo 648 con destino a Río Gallegos. El pasaje estaba integrado por 35 personas, incluidos el gobernador de Tierra del Fuego y el director del diario Crónica que estaba al corriente del plan. Cuando sobrevuelan territorio Santacruceño, los jefes del operativo Dardo Cabo y Alejandro Giovenco, invaden la cabina y conminan al Comandante, Ernesto Fernández García a desviarse hacia Malvinas.

El plan tenía el propósito de ocuparlas, llevaban armamento suficiente. A las 8:42 aterrizan en una pista de carreras cuadreras donde el pesado avión se empantana en el barro y queda muy lejos de la casa del gobernador y del arsenal que eran los objetivos a alcanzar. En Malvinas su población apenas superaba el millar de habitantes cuya seguridad estaba a cargo de una fuerza de mercenarios belgas e ingleses que eran entrenados por una veintena de infantes de marina británicos. Rodearon la nave unos cien efectivos. No obstante los Cóndores descendieron, desplegaron siete banderas y cantaron el himno, bautizando el lugar como “Aeropuerto Gaucho Rivero”.

Los pasajeros del avión fueron alojados en hogares isleños pero nuestros protagonistas continuaron acantonados en el avión donde hicieron celebrar una misa por el sacerdote católico Rodolfo Roel. A las 4:30 del día 29 fueron intimados a rendirse, amenaza que no acataron. Por la tarde, sin alimentos y sin agua, aceptaron deponer la actitud.

A las 17 horas formaron frente al mástil, arriaron la bandera, cantaron el Himno, Aurora, la Marcha de San Lorenzo y entregaron sus armas al comandante de la aeronave, única autoridad que reconocieron. En tanto, esa noche en Córdoba, se realizó un emotivo acto de adhesión en Avenida Vélez Sársfield frente a la Facultad de Arquitectura. El país estaba gobernado por Onganía presunto “nacionalista” quien en esos momentos, fungía de anfitrión de Felipe de Edimburgo que nos visitaba y con el que jugaba partidos de polo. Una lancha carbonera trasladó todo el pasaje hacia Tierra del Fuego, lugar donde quedaron detenidos los integrantes del grupo Cóndor y donde fueron juzgados.

No existía legislación para el “secuestro de avión”, el fiscal de Tierra del Fuego, Jorge Torlasco, les imputó “tenencia de armas de guerra”; “asociación ilícita”; “delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación?!”; “intimidación pública”; “robo calificado en despoblado y piratería!!!”, el juez Miguel Lima, los procesó sólo por “privación personal calificada y tenencias de armas de guerra”.

El 26/6/67 fueron condenados Cabo, Giovenco y Juan Rodríguez a tres años de prisión por sus antecedentes policiales como militantes peronistas. El resto, que integraban Cristina Verrier, quien casó en la cárcel con Cabo; Edelmiro Navarro; Ricardo Ahe; Aldo Ramírez; Norberto Karasiewicz; J.C. Bovo; Fernando Aguirre; Pedro Cursi; Ramón Sánchez; Luis Caprara; Fernando Lisardo; Pedro Bernardini; Víctor Chazarreta; Andrés Castillo y Edgardo Salcedo, sólo a nueve meses.

La acción de estos muchachos cuya edad promedio no superaba los 24 años que eran estudiantes, empleados u obreros, no fue irrelevante porque puso vigente el anhelo por la tierra irredenta. Lamentablemente la violencia de esos tiempos políticos los separó y los enfrentó entre sí en posiciones irreconciliables, vaya como ejemplo la militancia de los jefes: Cabo ingresó a las FAP y Montoneros; Giovenco a CNU, ambos, como otros murieron trágicamente en la aciaga década del 70.

Carlos Pachá