sábado, 1 de diciembre de 2007

¿ MEMORIA O HISTORIA ?

Por Javier Vigo Leguizamón

Larrabure: un crimen de lesa humanidad:

Como abogado de Arturo Larrabure lucho actualmente en los estrados judiciales para que se declare crimen de lesa humanidad el asesinato de su padre. La presentación ha abierto un debate que la sociedad argentina debe inexorablemente librar para saldar con equidad y justicia las dolorosas heridas de la década del setenta.

Un sofisma ha sido severamente cuestionado: aquel que sostiene que un crimen de esa índole puede sólo ser cometido por agentes estatales.

La falsedad de la premisa que coloca al componente estatal por encima del sagrado valor de la vida ha quedado al desnudo. Hemos probado que la más moderna doctrina y jurisprudencia internacional no duda respecto a que un crimen de ese tipo puede también ser cometido por una organización terrorista. La humanidad es la víctima, sin importar quien aprieta el gatillo.

El carácter universal e indivisible de los derechos humanos implica que significan lo mismo para todos; no hay, para los enemigos, un derecho a la vida a medias.

¿Qué necesitamos para que exista verdaderamente un "Nunca Más "? ¿Memoria o historia?, es la pregunta a debatir.

La memoria, oculta el crimen del Cnel Argentino del Valle Larrabure. Le resulta difícil explicar por qué "jóvenes idealistas empeñados tan sólo en crear un mundo mejor", lo secuestraron, torturaron y terminaron ahorcándolo luego de 372 días de infrahumano cautiverio, cuando no cedió a su extorsión de que les fabricara explosivos.

La historia, nos invita a detenernos en el cadáver de este hombre flagelado, con 47 kilos menos, preguntándonos qué hubiéramos pensado si se tratara de nuestro propio padre.

La memoria afirma que no hay ninguna posibilidad de que se declare crimen de lesa humanidad los hechos cometidos por la guerrilla, sencillamente porque no fueron cometidos desde el Estado, ni medió de parte de los Poderes del Estado instigación, o consentimiento a sus sangrientas prácticas.

La historia los desmiente, exhumando voces oídas en el debate de la ley de amnistía de l973 que demuestran que desde el Poder Legislativo – e igualmente desde el Poder Ejecutivo - medió incitación y consentimiento a las prácticas violentas. Como evidencia de la relación de causalidad existente entre la irresponsabilidad de los legisladores y la escalada de violencia, cita los siguientes testimonios escuchados en la Cámara de Diputados el 24 y 25.1.74:

"Cuando dictamos las leyes (amnistía, derogaciones de normas, supresión de la Cámara Federal en lo Penal) quisimos efectuar un acto de justicia con los guerrilleros y combatientes populares, muchos de ellos verdaderamente héroes y mártires. Pero un grupo...ha seguido ejecutando los mismos actos de violencia que antes: siguen las bombas, los atentados a las instituciones, la tenencia de armas de guerra, los secuestros, los asaltos. Tales actos de violencia van ahora dirigidos, no contra la tiranía, como antes, sino contra el Estado de derecho republicano "(Diputado Porto)

"Ésta Cámara, en aquella oportunidad, aprobó la derogación de las leyes represivas presionada por las manifestaciones callejeras alentadas por quienes habían triunfado en las elecciones de marzo y abril pasado; manifestaciones que integraban seguramente buena parte de las fuerzas que hoy están colocadas en la subversión...

Cabe preguntarse por qué hoy, después de casi un año de gobierno popular, subsiste, aun agravada, la violencia, que todos repudiamos...vemos que nuestro país se ha transformado en una nación en la que los hombres no pueden tener cuando salen de su casa para ir a trabajar y ganarse la vida, la seguridad de que volverán a ella enteros para reunirse con sus familiares"( Diputado Monsalve).-

La memoria oculta la responsabilidad del estado cubano incentivando la propagación de focos revolucionarios en América Latina.

La historia convoca a analizar el Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, que despoja a Ernesto Guevara de su máscara romántica, revelando el rostro de un hombre que inculcó en los jóvenes argentinos " el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. "

La memoria alega que combatían contra las dictaduras militares. La historia los rebate preguntándoles por qué durante un gobierno constitucional que lograra el 62 % de los votos, asesinaron a Rucci; (11.8.73), a Mor Roig (15.7.74), al Capitán Viola y su hijita de tan sólo tres años (1.12.74), a Ibárzabal, a Sacheri, a Nilida Cazaux de Gay, a Larrabure, a López, y a tantos otros; asaltaron cuarteles y generaron un marco tal de terror que el propio Congreso se vio obligado a reimplantar la legislación derogada.

La memoria argumenta que no hubo un ataque sistemático a la población civil. La historia muestra una realidad absolutamente diferente regada por la sangre de 1098 víctimas asesinadas por la guerrilla, de las cuales 321 fueron civiles.

La memoria niega la existencia de una guerra. La historia lee la sentencia de la Cámara Federal en el juicio a los comandantes, donde se reconociera que el país vivió una guerra revolucionaria.

La memoria sostiene que la causa Larrabure ha prescripto por tratarse de un delito común; la historia, con las Convenciones Internacionales en la mano, corrobora que la acción no ha prescripto, por cuanto los miembros de las fuerzas armadas que hayan sido secuestrados o detenidos merecen el mismo trato humanitario que la población civil. Luego el asesinato de Larrabure es imprescriptible, como crimen de lesa humanidad o como crimen de guerra.

La memoria propaga el odio y la venganza; la historia, rescatando el sagrado valor de la vida, convoca a la unión nacional.

En síntesis: la memoria exige a jueces y fiscales ignorar las lecciones del pasado, juzgando tan solo a algunos; la historia les reclama asumirlas con coraje, juzgando a todos. Ellos, asumiendo la responsabilidad institucional que la República ha colocado sobre sus espaldas, deben optar entre el coraje y la cobardía; la conveniencia o los valores; la justicia o la política; el odio o la paz.

Firmenich:

Entrevisté a Mario Eduardo Firmenich en octubre de l999. Me interesaba saber si aceptaría participar en el diálogo de reconciliación que propongo en Amar al Enemigo. Después de comentarme sus fallidos intentos para que la Convención Constituyente de l994 fuera el punto institucional de la reconciliación nacional; un pacto constituyente donde los antiguos enemigos se convirtieran en adversarios comprometiéndose a convivir en la diversidad y respetar las reglas de juego comunes para todos, dijo de repente: " No se puede ser revolucionario sin ser hombre de fe; se trata de dejar de lado las mezquindades en pos de un objetivo superior: construir el hombre nuevo".

La afirmación trajo a mi mente palabras del profesor de la Sorbona, Michel Heller; aquéllas que, definiendo al habitante de la utopía marxista, relatan que durante siglos el sueño del hombre nuevo fue indisociable de la idea de Dios. La gracia divina permite el renacimiento del hombre que se convierte en un ser perfecto. Pero en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX el sueño se transformó. Persistió el deseo de un hombre nuevo, pero no encaró ya el designio de Dios, sino que fue un producto de un proyecto científico. Para renacer, para alcanzar la perfección, los hombres tenían que someterse a las leyes de la ciencia y de la historia. Y así, en octubre de l917, apareció un Estado cuyo confesado objetivo es edificar un orden ideal y emprendió sin demora la formación de un "hombre nuevo", perfecto habitante de la utopía, ser superior, opuesto al pequeño burgués, criatura inferior. Setenta años después, los conductores proseguían su obra proclamando que la formación del hombre nuevo desempeña un papel esencial en la construcción de la sociedad comunista. No habían descuidado ningún aspecto de la vida humana: el Partido y el Estado, asumieron la tarea de la educación, tornándose miembros plenos de la familia, coproductores de todos los bienes culturales y nacionalizado la lengua. La transformación física y mental de los habitantes del "mundo nuevo" se efectuó con ayuda de poderosos instrumentos, como el terror
[2]

Las palabras recordadas, me impulsaron a preguntarle: ¿Firmenich, lo que Uds hicieron permitió construirlo?

"Yo creo que teníamos la ilusión de verlo hecho en una generación. Si quiere que le diga lo que pienso hoy, creo que lleva miles de generaciones. La construcción del hombre nuevo es algo más que la voluntad o el idealismo de una generación", fue su sincera respuesta

Aquella tarde le confié mi propuesta de analizar el pasado colocando la verdad por encima de la ideología; la necesidad de elaborar entre todos un juicio histórico crítico riguroso que impida la repetición del drama y concilie la justicia y el perdón.

Fui más allá: intenté – como antes lo hiciera, conmoviéndolo, con Jorge Rafael Videla- situarlo en el día del juicio final. A tal fin, le comenté la respuesta que Jean Guittón diera a François Mitterand cuando, sintiéndose próximo a la muerte, le preguntara qué ocurriría en esa hora inexorable.

"Cesaremos de justificarnos, dejaremos caer las máscaras", fue la formidable respuesta del pensador francés.

San Juan de la Cruz- dije después- nos advierte que ese día vamos a ser juzgados fundamentalmente en el amor. Nuestra mejor defensa será haber intentado cumplir el más difícil de los mandamientos cristianos: amar al enemigo.

"Si, si, claro"- respondió el líder de Montoneros.

¿Llevar adelante un diálogo de reconciliación con sus antiguos enemigos, no implicaría realmente construir un hombre nuevo?- insistí

"Ya sé que no se puede lograr en una generación y ya sé que no se puede pretender que una clase política sea de hombres nuevos, pero en términos estrictamente personales, digamos que uno puede ajustar su ética aunque el resto de la sociedad lo haga de otra manera"- respondió.

Hoy cuando veo irresponsablemente difundir las lógicas violentas me lamento que el poder de entonces no haya tenido el coraje de convocar al diálogo de reconciliación.

Muchos de los que se empeñan en difundir memorias míticas y llegan al extremo de modificar el prólogo del "Nunca Más", deberían releer las palabras dichas por Firmenich cuando finalizaba la charla:

"La verdad es como un corcho en el agua., se la puede tener sumergida a base de presión, de fuerza, pero en cuanto se alivia esa fuerza el corcho tiende a flotar. La verdad emerge; en términos históricos emerge así y en términos divinos, ni que hablar…; porque ésta es una verdad que emerge sí o sí, en el largo plazo y las cosas se desgranan y los historiadores futuros terminarán poniendo las cosas en su lugar, y si no lo hiciera, pues más tarde o más temprano, llega el juicio final y las cosas se pondrán en su lugar".

[1] Conferencia : "Cuba y el socialismo", dictada en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo
[2] Heller, Michel: El Hombre Nuevo Soviético, Barcelona, Editorial Planeta, 1985, pág 39

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