jueves, 27 de noviembre de 2008

BRIGADIER GENERAL JUAN MANUEL DE ROSAS

Por el Lic Carlos Pachá

Nace el 30 de marzo de 1793, en la casa de su abuelo materno Don Clemente López, situada en la calle Santa Lucía (hoy Sarmiento!!!, a Rosas no le ahorraron agravios). Fueron sus padres el teniente de la 5ª Compañía del 2º Batallón del Regimiento de Infantería de Buenos Aires, Don León Ortiz de Rozas y Doña Agustina López de Osornio. Se lo bautizó, como era costumbre en la época, con varios nombres y usando los apellidos compuestos de padre y madre. Resultado de esta práctica fue inscripto como Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio. Por propia voluntad y respondiendo a su carácter pragmático sólo uso los nombres de Juan Manuel y el apellido Rosas trocando la zeta por ese.

De niño cursó sus estudios primarios en la escuela privada de Francisco Javier de Argerich. Ya adolescente pasaba la mayor parte del tiempo en la estancia que les había legado su abuelo Clemente López y que se conocía como “Rincón de López”, amaba la vida y las tareas campestres. Allí daba rienda suelta a su impetuoso temperamento: boleando ganado cimarrones; domaba bestias chúcaras y practicaba las diversas tareas que cumplian sus peones, haciendo gala de su destreza.

Se identificó con los gauchos, conoció a fondo a los indios con los que tuvo muchos contactos tanto buenos como negativos ya que la Estancia estaba ubicada en el límite de la civilización y con frecuencia sufrían el azote de los malones. Por ello puso mucho empeño en reclutarlos para su causa, protegerlos y tenerlo por aliados. Un detalle que no es muy difundido es la preocupación de Rosas para que los indios recibieran vacunación antivariólica, ya que esta enfermedad hacía estragos en las tolderías ya que los enfermos no eran atendidos y eran abandonados a su suerte. Por ello se franqueó la amistad de muchos caciques y fue padrino de varios de ellos, algunos de los cuales usaban el apellido de Rosas. En lo señalado como negativo es que tuvo que emprender una campaña al desierto contra algunas tribus irreductibles que estaban soliviantada por muchas tribus agresivas, especialmente de araucanos que cruzaban la cordillera desde Chile.

Bautismos de fuego

Quien posteriormente llegaría a ser el adalid de la defensa de la soberanía, sin ser un militar profesional, incursionó en los campos de batalla en repetidas ocasiones, desmintiendo mendaces versiones de no haber combatido nunca.
Su itinerario bélico se inició teniendo 13 años y fue en el curso de la 1ª invasión inglesa de 1806. Ante la convocatoria a resistir y reconquistar Buenos Aires proclamada por Liniers, se presentó a alistarse y fue destinado a servir una pieza de artillería. Al día siguiente a la Reconquista de Buenos Aires, Santiago de Liniers le llamó para felicitarle y le entregó una misiva para Doña Agustina donde le anoticiaba que “Juan Manuel se había comportado con una bravura digna de la causa que defendía…”

Acto seguido se incorporó en el 4º Escuadrón de Caballería de “Migueletes” que mandaba Alejo Castex, con uniforme punzó que lucía orgulloso y que lo hizo su color preferido. Como “miguelete combatió en la cruenta defensa de Buenos Aires contra la 2ª invasión inglesa, nuevamente trajo a su casa felicitaciones por su comportamiento en combate.

Su vocación las tareas rurales

Su próximo destino será administrar la Estancia de sus padres ya que no quiso ser tendero como era el trabajo honorable de la época, Rosas despreciaba a los comerciantes y mercaderes, creo que algo de razón tenía.
En las tareas rurales imprimió su sello indeleble e imperecedero ya que organizó la Estancia de una manera eficaz y ordenada. Fijo reglas para todo y para todos, hasta él mismo estaba obligado a cumplirlas (existe una famosa anécdota en que infringe la ley de no portar armas dentro del campo. Llevaba un facón en la cintura y obliga a un peón a que lo someta al castigo de 20 latigazos).

No era un hombre de letras pero basado en su fértil experiencia escribió dos obras, digamos técnicas, importantísimas para la época: “Manual de Mayordomos de Estancia” y “Diccionario Quechua”.Impuso un estilo muy particular ya que en la frontera estaba siempre latente el peligro de los malones. Sus peones no sólo tenían que conocer las labores del campo sino, también, ser hábiles en el manejo de armas para la defensa a las que debían hechar mano al primer signo de agresión externa.
Esta situación particular de peones- milicianos, la consiguió en las condiciones que efectuaba el reclutamiento de los mismos.


Estableció que quien se afincaba en sus campos, gozaba de un status especial, ya que no se indagaba sobre sus antecedentes, no se inquiría sobre su pasado ni si tenían cuentas pendientes con la justicia. Rosas acogía a ese gauchaje nómade, discriminado y perseguido pero a condición del cumplimiento estricto de las leyes de la Estancia. Esto devino en que sus hombres le sirvieran con una lealtad incorruptible ya que a él le debían no sólo el conchabo, la seguridad de su protección y no pocos hasta la libertad.

Con el tiempo estos milicianos duchos en las peleas cuerpo a cuerpo se transformaron en el 5º Regimiento de Colorados del Monte. Y en las etapas anárquicas de las primeras décadas de nuestra independencia, sólo Rosas pudo exhibir esto que llamaríamos “tropa propia”. Lo que le valió que siempre fuera considerado como el único hombre capacitado y con fuerza para imponer el orden en momentos políticos aciagos.
Casado con Encarnación Ezcurra abandonó los campos de sus padres y se fue a trabajar por su cuenta. Fundó con Terrero la Estancia “Los Cerrillos” en la Guardia del Monte.

La anarquía del año XX

En la anárquica década del 20 salió a defender el gobierno de Dorrego contra los hermanos Carreras y los santafesinos, pero Dorrego exaltado como siempre se excede en su avance y es derrotado por las tropas de Estanislao López en la batalla de “El Gamonal”. Rosas logrará pacificar la zona e impondrá como gobernador de Buenos Aires, ante la renuncia de Dorrego, al Gral. Martín Rodríguez.
El crecimiento de la figura política de Rosas, aunque no había sido su vocación, figura reflejada en estos versos de Fray Cayetano Rodríguez:

A LOS COLORADOS

Milicianos del sud, bravos campeones
Vestidos de carmín, púrpura y grana
Honorable legión americana
Ordenados, valientes escuadrones;

A la voz de la Ley vuestros pendones
Triunfar hicisteis con heroica hazaña,
Llenándoos de glorias en campaña
Y dando de virtud grandes lecciones;

Grabad por siempre en vuestros corazones
De Rosas la memoria y la grandeza,
Pues restaurando el orden os avisa

Que la Provincia y sus instituciones
Salvas serán: la Ley es vuestra empresa
La bella Libertad vuestra divisa.


El terrible año 1820 convirtió al estanciero de “Los Cerrillos”, muy a pesar de su socio Terrero, en jefe militar que condujo al triunfo a las milicias de campaña, en celebrado restaurador del orden de la ciudad y en pacificador que comprometió la gratitud de la provincia de Santa Fe. Después vendría el desastroso gobierno (como ministro y como presidente) de Bernardino Rivadavia con sus nefastas reformas que Rosas se encargaría de derogar en su segundo gobierno.
Rivadavia renunciaría a la presidencia por ser culpable del reconocimiento de la independencia de la Banda Oriental. Lo gravoso del accionar liberal que Rivadavia encarnaba era que habíamos entrado en guerra contra Brasil porque habían invadido el Uruguay transformándolo en provincia Cisplatina del imperio. En esa guerra derrotamos completamente al Imperio brasileño en las heroicas batallas de Ituzaingó y Juncal, sin embargo Rivadavia mandó hacer la paz a cualquier costo, aún el de perder territorio, porque el conflicto perjudicaba los intereses de sus mentores, los ingleses.
Lo reemplazaría Manuel Dorrego quien terminará pagando los platos rotos, las tropas que regresaban de la guerra no soportaban tamaño dislate: vencedores en el campo de Marte y vencidos en los papeles de las cancillerías. Con el agravante que el jefe de esa expedición era el valeroso Juan Galo de Lavalle un bravo guerrero pero nulo en los quehaceres políticos. Los unitarios aprovecharon la oportunidad y auparon a este “Espadón sin cabeza” que se sublevó el 1º de diciembre de 1820, derrocando al gobernador Dorrego. Éste le pide ayuda a Rosas para sostener su gobierno, Rosas lo apoya pero le aconseja pedirle refuerzos al gobernador santafesino Estanislao López, porque evalúa la desproporción de fuerzas y veteranía que favorecen a los amotinados. Obstinado Dorrego no escucha a Rosas y enfrenta solo a Lavalle que lo derrota en los campos de Navarro.


Posteriormente será capturado el ex gobernador en el puesto “El Clavo” por la defección del Cnel. Escribano y el Mayor Mariano Acha quienes lo entregan a Lavalle que no sabe que hacer con el prisionero. Pero para eso allí están los tenebrosos personajes de la logia unitaria: Julián Segundo de Agüero; Salvador María del Carril; Juan Cruz y Florencio Varela, quienes aconsejan la ejecución del vencido como una manera de sembrar el pánico entre los federales. Se equivocaron de medio a medio. Todo el país reaccionó enfurecido por el absurdo magnicidio.

Rosas encabezó la indignada reacción apoyado por todo el Interior y militarmente por las huestes de E. López, marcharon hacia Buenos Aires y derrotaron a Lavalle en Puente de Márquez. Firmando dos pactos primero el de Cañuelas y al no ser acatado éste por los unitarios, envalentonados con el triunfo de Paz en Córdoba, se firmó el de Barracas que entronizó como gobernador provisorio al Gral. Juan José Viamonte.

Primer Gobierno de Rosas (1829-33)

Exactamente al año de producido el motín, el 1º de diciembre de 1829, asumió Rosas su primer mandato.

El acto más trascendente de este 1er. Gobierno fue la firma del Pacto Federal el 4 de enero de 1831, que sentó las bases del sistema federal de gobierno y sirvió para enfrentar a la coalición que desde Córdoba organizaba el Gral. José María Paz, que había derrocado al más importante gobernador de Córdoba de todo el siglo XIX, me refiero al Gral. Juan Bautista Bustos, en las batallas de San Roque y luego en Tablada y Oncativo junto al mismísimo Facundo Quiroga.

El “Tigre de los Llanos” fue cobijado honrosamente en Buenos Aires por Rosas. Paz disfrutó poco tiempo sus victorias ya que fue aprehendido y encarcelado, primero en Santa Fe y luego Rosas le dio por cárcel la ciudad de Buenos Aires desde donde, Paz, huyó a Montevideo rompiendo un pacto de honor.

Campaña al desierto y la Revolución de los Restauradores

Rosas rechazó su reelección y partió a cumplir una necesaria misión, necesitaba pacificar el sur de los malones indios que agredían permanentemente los pueblos fronterizos. Su campaña al desierto tuvo la particularidad que fue selectiva y no de exterminio como si fue la encarada por Roca a fines de la década del 70. Lo de selectivo se comprende porque sólo se combatía a las tribus irreductibles, inclusive hubo tribus que se aliaron a Rosas y lucharon a su lado. Esto era posible por el gran predicamento que Rosas tenía entre los indígenas.

La campaña que se había planificado en 4 columnas, para desandar la extensa geografía, resultó exitosa, sobretodo, la columna de la izquierda que comandaba Rosas personalmente y que cumplió todos los objetivos pautados. Llegó hasta el Río Colorado, la isla Choele – Choel, etc.

En tanto en Buenos Aires había quedado como gobernador el Gral. Juan Ramón Balcarce que tentado por la política sibilina de los unitarios pergeñaban realizar una fusión contranatura de ambas corrientes.
Esto sublevó a los que se dieron en llamar “Federales Netos” o “Apostólicos”. El detonante fue una ley de imprenta o de censura ante la guerra panfletaria que se había desatado entre ambos bandos. Por la misma se prohibió la publicación del periódico “El Restaurador”. Mediante un juego de palabras se identificó que se quería proscribir a Rosas a quien ya le decían “El Restaurador de las Leyes”.

Se produjo una pueblada en contra del gobierno de Balcarce y de su ministro represor Gral. Enrique Martínez quienes encarnaban la cara visible de lo que dieron en llamar “Cismáticos” o “Lomos Negros”. En ese candente escenario político estalló la llamada “Revolución de los Restauradores”, cuyos impulsores eran la esposa de Rosas, Doña Encarnación Ezcurra en el plano político y los Generales Pinto y Pinedo como cabecillas militares. Renuncia Balcarce, asume nuevamente Viamonte que se aleja sobrepasado por la situación y lo reemplaza interinamente EL Dr. Manuel Vicente Mazza.

Asesinato de Facundo Quiroga en Barranca Yaco

El 16 de febrero de 1835 se produce el bárbaro asesinato de Facundo Quiroga en un paraje de Córdoba conocido como “Barranca Yaco”. Quiroga regresaba del norte donde había cumplido una misión pacificadora que le había encomendado Rosas. Este nuevo crimen absurdo aceleró los tiempos para que Rosas retornara al gobierno de Buenos Aires, esta vez con la Suma del poder público y las Facultades Extraordinarias que antes le habían sido restringidas y no renovadas. Es que el estrépito del atentado producido en Córdoba, presagiaba una nueva anarquía y el único en condiciones de neutralizarla era, una vez más, Juan Manuel de Rosas.

Segundo Gobierno de Rosas (1835-52)

El 2º gobierno de Rosas fue el más fructífero en acciones y el más complejo en conflictos internos que generaban la antipatria para paliar las efectivas medidas propiciadas por Rosas a favor del país. Le costó mucho domeñar a una escabrosa oposición que no trepidaba en aliarse con las potencias extranjeras, que pudieran ayudarles en la consecución de sus mezquinos intereses.

Lo primero que hizo fue juzgar y condenar a los asesinos de Quiroga: al cap. Santos Pérez autor material del hecho y a los hermanos Reinafé que habían impulsado al asesino. Pero las medidas que le granjearon la enemistad de la clase alta, eran de índole económica. La más importante de todas fue la sanción de la Ley de Aduanas de 1835, base fundamental de la política económica de carácter proteccionista. Derogó todas las desatinadas leyes y reformas sancionadas por Rivadavia. Creó la Casa de la Moneda, estatizando el manejo del circulante y el crédito financiero. Aceleró los tribunales de justicia.

La restricción de navegar y comerciar libremente por los ríos interiores a las naves de bandera extranjera le acarreó infinidad de males provocados por los intereses foráneos que atacaba. Francia bloqueó el puerto de Buenos Aires y luego Inglaterra hizo lo propio con el reto, incluso desatando lo que se conoció como la guerra del Paraná, donde contaron con algunos actores extras como el mercenario conocido como “el chacal de los tigres anglo franceses” o simplemente “el chacal pirata”, me refiero al “comendattore” Giuseppe Garibaldi. (Todo un valiente cuando enfrentaba a poblaciones civiles indefensas a las que sometía a saqueo – Gualeguaychú; Coronda; Gualeguay-. Pero cuando cuando enfrentaba a militares como el Almte. Brown; el Gral. Eugenio Garzón o al Gral. Antonio Díaz o a la aguerrida población de Paysandú, el “héroe de dos mundos”, ponía pies en polvorosa.)

En el marco de esa guerra se produjo el emblemático Combate de la Vuelta de Obligado, allí las tropas argentinas derrocharon valor pero fueron vencidos por el número el poderío del armamento del enemigo. No obstante, para los invasores fue una victoria a lo “Pirro”, ya que los argentinos siguieron acosándolos desde las costas y la expedición que remontó el río Paraná hasta Asunción se constituyó en un doble fracaso: No consiguieron el objetivo primordial de abrir una vía comercial y en vez de empañar la figura de Rosas, involuntariamente lograron ensalzar su imagen a nivel internacional.

Hasta el Libertador Gral. San Martín ofreció sus servicios a Rosas para concurrir en defensa de la Patria y como reconocimiento de lo actuado por Rosas le legó su sable corvo que lo había acompañado en todas sus campañas. Desde ese momento el bravo artillero coronel Martiniano Chilavert se puso a disposición de Oribe y Rosas para luchar contra los imperiales.

A pesar de los bloqueos, de los conflictos armados, verb.: La guerra contra la confederación peruano-boliviana del inefable mariscal Andrés Santa Cruz que ambicionaba apoderarse de nuestras provincias del norte contando con el apoyo de los apátridas unitarios; la llamada revolución de los estancieros del sud; el desembarco de Lavalle que arribó fletado por naves francesas y sufrió sus dos definitivas derrotas: “Quebracho Herrado” y “Famaillá”; el levantamiento de los Madariaga en Corrientes, etc. A pesar de toda esta parafernalia bélica. no hubo crisis económica en el país lo que demostró las virtudes del sistema proteccionista implementado por el Restaurador.

La oposición salvaje y la traición de Urquiza

Finalmente en 1851 declarada ya la guerra, nuevamente, contra Brasil, se produce el pronunciamiento de Urquiza, hombre codicioso comprado por brasileños, ingleses y unitarios que le financian una expedición a través de las bancas europeas y la Mauás brasileña (Dinero que el país debe devolver religiosamente, luego de la caída de Rosas).

Integró un ejército multinacional y se enfrentó con Rosas en la mal llamada batalla de Caseros, digo esto porque el nombre de las batallas se componen con el lugar geográfico en donde se enfrentaron los jefes de cada ejército, y en el caso que nos ocupa lo hicieron en Morón. La pregunta lógica surge de inmediato ¿Porqué le pusieron Caseros? y la vergonzosa respuesta es porque allí lucharon los brasileños que enfrentaban al valeroso coronel Chilavert que había acantonado la artillería en el palomar de Caseros y que no escatimaba munición prodigándola al grueso del ejército imperial. O sea se usó esta denominación en homenaje a estos “buenos vecinos” que venían a prestarnos una “ayudita” para liberarnos de la dictadura de Rosas. Pero el bochorno del execrable traidor de Urquiza sería completo ya que postergó, a pedido de sus socios brasileños, el desfile de la victoria para que sus mandantes se tomaran revancha de la batalla de Ituzaingó paseándo pomposamente por las calles de Buenos Aires en un nuevo aniversario de la tunda que le habían propinado nuestras tropas comandadas por Alvear; Lavalle; Paz; Lamadrid; Brown; Necochea; Brandsen; Olavaria; Jerónimo Costa, Olazábal; Iriarte y tantos otros.

Luego de la derrota de la Patria el 3 de febrero de 1852, el pérfido Urquiza proclamó la rimbombante frase de “Ni vencedores ni vencidos”, embuste que no respetó un segundo. Luego de Caseros derramaron ríos de sangre para paliar la sed de venganza de los opositores: Fue vilmente asesinado Martiniano Chilavert; degollado en el atrio de una iglesia Martín Santa Coloma; ahorcados la mayoría de los hombres que se habían rebelado al Cnel. Aquino en “El espinillo” y se habían vuelto con Rosas, sus cuerpos pendían de los árboles de los bosques de Palermo denunciando la feroz represalia de los vencedores.

El revanchismo unitario

Al poco tiempo los unitarios mostraron las uñas y evidenciaron que habían usado del codicioso entrerriano como instrumento de sus maquiavélicos planes. Buenos Aires se segregó del resto de la Confederación.

Poco más de un siglo después, los “gorilas” utilizarían al Gral. E. Lonardi para derrocar al Presidente Perón, el nuevo mandatario repitió la macabra frase de “ni vencedores ni vencidos” que intentó cumplir, pero el diabólico Almte. Isaac F. Rojas (El mismo que había recibido la medalla al mérito de la lealtad peronista) tenía otros planes.

Colofón

Rosas se exilió en Inglaterra en Southampton, donde adquirió una chacra en la que seguía practicando la vida rural. Tuvo un pasar modesto y austero porque le habían confiscado todos sus bienes. Si hasta un poetastro de segunda línea (Mármol) había sentenciado “…ni el polvo de sus huesos la América tendrá…” (Afortunadamente este vaticinio no se cumplió definitivamente ya que sus restos fueron repatriados en la última década del siglo XX. Hoy sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta en el panteón de la familia Ortiz de Rosas. Primer pasillo a mano derecha, cercano al panteón de Dorrego.) Se intentó borrar a Rosas de la historia por chambones mendaces como Vicente Fidel López, que se había alimentado en el plato de Rosas y que dibujó una historia sin ninguna base documental, se basó exclusivamente en tradiciones orales y los otros grandes timadores de nuestra historia fueron los sanguinarios Bartolomé Mitre y Domingo Sarmiento.


Paradójicamente quien sentó las bases de una historia más fidedigna y que dio inicio y sustento al revisionismo histórico, fue un discípulo de Mitre, Adolfo Saldías en su monumental y calificada obra, “Historia de la Confederación Argentina”. Lograda gracias a que accedió a la documentación de gobierno de Rosas, facilitada por Manuelita Rosas. Como Rosas era casi un burócrata en sus actos de gobierno, dejó un registro puntilloso de todas las decisiones y erogaciones que sobrellevó durante su gestión. Por eso a pesar de la avalancha de acusaciones, sospechas y adjetivos con que lo bombardearon, nunca nadie lo acuso de peculado de los caudales públicos, ningún historiador por más acérrimo crítico de Rosas que fuera, se atrevió a llamarlo ladrón.


El epíteto más usual para referirse a Rosas era el de déspota y asesino sin analizar que la crueldad era moneda corriente en la época, que los unitarios también mataban y degollaban a los vencidos. Ubicarse en el tiempo es la tarea más compleja que debe afrontar quien se adentra en los intrincados senderos del pasado.

Hubo, además, algunos célebres resentimientos como el de otro poetastro como fue José Rivera Indarte, al que en Córdoba se lo valora injustamente y sólo por el hecho de ser comprovinciano. Rivera Indarte integraba las ruedas de tertulia en la casa del Restaurador, incluso llegó a escribir el himno a la Mazorca, organización que debe su nombre a la pluma del susodicho vate. En determinado momento hizo conocer su aspiración de desposar a Manuelita, intención que a Rosas no le agradó en lo más mínimo y lo expulsó de su círculo. A partir de ese momento el excluido se transformó en un feroz opositor que escribió el libelo “Tablas de Sangre”, donde pretende hacer un relevamiento de los crímenes de Rosas, claro que sin ningún soporte documental y con algunos nombres absolutamente desconocidos de los que, incluso, se duda de su existencia.

En vida, Rosas tuvo tres mujeres que influyeron mucho en su temperamento y formación: su madre Agustina López de Osornio de quien heredó su tempestuosa naturaleza; su esposa Encarnación Ezcurra que fue un complemento ideal en el decurso del trajinar político y finalmente su hija Manuelita a la que amó incondicionalmente.

Para retratar sus últimos momentos de existencias he decidido transcribir textualmente un párrafo de la espectacular biografía de Rosas que escribió Manuel Gálvez … “Es el 14 de marzo de 1877. A las seis de la mañana, Alice avisa a Manuela que su padre está muy mal. Ella salta de la cama, se instala a su lado y lo besa muchas veces, como hacía siempre. Siente la mano helada. “¿Cómo te va, Tatita?” Él la mira “con la mayor ternura” y le contesta: “No sé, niña…” Y la “niña” de sesenta y un años – cuanta ternura hay en esa palabra”niña”, dirigida a una mujer de su edad y en semejante momento! – sale para ordenar que llamen al médico y al confesor: Y cuando ella vuelve, ya su padre no vive”

Muere de congestión pulmonar a la edad de ochenta y cuatro años…

S A L V E I L U S T R E R E S T A U R A D O R
D E L A S L E Y E S

BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROSAS





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