Hace años que el poder político de nuestro país, está ausente en dos de sus roles esenciales, en relación a las fuerzas armadas:
1. Fijar los objetivos estratégicos que deben alcanzar.
2. Otorgarle el presupuesto suficiente para cumplir lo ordenado.
Básicamente, debemos acordar que la planificación estratégica, de la cual se desprenden los objetivos militares, deben ser interpretados como estudios para la guerra, que por un defecto cultural argentino, habitualmente se contraponen, con el estilo falsamente seductor de la cancillería, que públicamente mas allá de la administración que nos ocupe, debe sostener que estamos exentos de enemigos, pero en realidad, la cancillería también debería estar integrada en sus objetivos con la planificación estratégica de las fuerzas armadas, pues no existe mejor ni mayor respaldo a una cancillería, que una presencia militar excelente y contundente, cuando se ponen en juego intereses vitales para la integridad nacional.
Puedo citarles como ejemplo, la convicción que transmite el comandante de un porta aviones de los Estados Unidos, cuando declara desde su puesto de comando: “ Nuestra misión consiste en desplazar una impresionante fuerza militar, hasta cualquier punto del planeta, en donde puedan estar en juego intereses de los Estados Unidos de Norteamérica, y todos quienes integramos la tripulación de los porta aviones, hemos jurado cumplir fielmente las ordenes de nuestro presidente, en el caso que sea necesario utilizar armas nucleares “.
“ En nuestros porta aviones, transportamos mas aviones, helicópteros y equipos militares de alta tecnología, del que poseen la mayoría de los países de la tierra “.
Si el anterior ejemplo no es lo suficientemente claro, para entender de que manera la defensa de un país, está integrada a la fuerza vital de una nación, no habremos entendido nada.
Todos sabemos que cuando dos o más estados, persiguen los mismos intereses políticos, económicos, territoriales, etc. se desarrolla la teoría del conflicto.
Las distintas administraciones del poder ejecutivo que se han sucedido en nuestro país, en las últimas décadas, y las conducciones de las distintas fuerzas armadas, hoy de medio tiempo, sostienen que se debe incrementar el nivel de profesionalismo de todos sus cuadros, lo cual es un absurdo imposible de cumplir, cuando se le dedica a las actividades específicas, cada vez menos tiempo y menos dinero.
Los aviadores no vuelan, los marinos no navegan, los infantes no realizan maniobras y todos juntos no encuentran el espacio suficiente, en el presupuesto nacional, para equipar y actualizar el material existente, a la par de por ejemplo, nuestros hermanos chilenos o brasileños, sin detenernos a considerar el capítulo de la investigación, el desarrollo de armas y los sistemas que los contengan, además de la producción de las mismas.
En consecuencia es un absurdo y una evidente contradicción, que tropas argentinas participen en operaciones de disuasión internacional, cuando los reportes reservados y públicos de la logística, señalan que la capacidad operativa de las fuerzas armadas, hoy, está por debajo del punto de equilibrio aceptable, para ejecutar un dispositivo confiable de defensa nacional.
La reducción presupuestaria de nuestras fuerzas armadas, está asociada a factores políticos y estratégicos.
Los primeros, están determinados por las constantes negociaciones internacionales, en relación a la deuda externa y las consabidas contraprestaciones exigidas a nuestro país, desde los centros de poder internacional, para garantizar la neutralización de nuestras fuerzas armadas, desde su proceso de capacitación y equipamiento.
Los factores estratégicos, responden al principio según el cual, los Estados Unidos se arrogan para si, la defensa del continente y por lo tanto, sus fuerzas armadas son las únicas que deben poseer armas estratégicas.
Valga un solo testimonio de los tantos que existen y todos conocemos, pero de los que nadie habla.
El general Jhon Galvin, ex jefe del Ejército Sur de los Estados Unidos y posteriormente, asesor del Pentágono, sostuvo en el año 1996, que : “ Las fuerzas armadas de Latinoamérica, deben limitarse a realizar obras civiles, prestando colaboración con las fuerzas multinacionales, cuando lo soliciten “.
Es evidente que las autoridades nacionales de los últimos años, han asumido fielmente este mensaje, obligándolos a elaborar un doble discurso sobre este tema y al analizarlo en todas sus facetas, puedo afirmar que las motivaciones políticas y económicas esgrimidas, para no adecuar a la realidad el presupuesto de las fuerzas armadas, son explicaciones públicas de negocios privados, que no pueden explicarse públicamente.
Finalmente, recordemos la lección de Kuwait, un país con inmensos activos económicos que superan los 500.000 millones de dólares, sin fuerzas armadas acordes a sus niveles de riqueza y recursos naturales, colapsó en cuatro horas, a manos de su vecino iraquí. ( En un hecho anticipado en la obra Petróleo, de Jhonatan Black, publicada en el año 1974 ).
jueves, 8 de noviembre de 2007
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